DÍA TRIGÉSIMO QUINTO. ANTES Y DESPUÉS. GRANDES CAMBIOS


Hay quien insiste en que la pandemia nos hará más fuertes, que saldremos de esta siendo mejores personas, que cambiaremos de hábitos y que ganaremos puntos en empatía, que seguramente este tiempo en el que el monstruo nos ha encerrado entre las cuatro paredes de nuestra casa nos servirá para hacer balance de nuestras vidas y sacar conclusiones que nos llevarán a modificar nuestro comportamiento personal y colectivo, en una evolución como sociedad que nos llevará a un mundo en el que, como especie, seremos más respetuosos con el medio ambiente.

Paparruchas.

Sentado en mi balcón, sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires, no dejo de pensar en las cosas que he visto últimamente en la televisión, o he escuchado por radio, o leído en los periódicos. No sé por qué, pero tengo una intuición. Por supuesto que comparto la opinión de quien dice que nada será lo mismo cuando salgamos a la calle. Después de lo visto en las pocas salidas que he podido realizar en estos días, soy consciente de que, cuando crucemos la puerta de salida de nuestro edificio vamos a tener que enfrentarnos a una realidad cruda y dura de la que solo saldremos con unas dosis de resiliencia importantes. Pero no me refiero a eso. Seguramente habremos tomado algunas decisiones a título personal, lo que pasa es que tengo la sensación de que se va a parecer mucho a esas decisiones que tomamos el 31 de diciembre con respecto a las cosas que haremos a partir de año nuevo, ya se sabe: dejaré de fumar, me apuntaré a un gimnasio, seleccionaré más con quien ando, le voy a dedicar más tiempo a las cosas que realmente quiero hacer y voy a aprovechar bien el tiempo porque, a fin de cuentas, esto cada vez va más rápido y cuando quiera darme cuenta la vida se me ha ido.

Todas estas cosas nos las hemos dicho a nosotros mismos varias veces a lo largo de nuestro encierro. En la multitud de conversaciones que hemos mantenido por teléfono o a través de una pantalla hemos recurrido a este tipo de argumentos. En los tiempos perdidos, mientras hemos visto todo el catálogo de series de Netflix o mientras el bizcocho terminaba de hacerse en el horno, hemos apoyado nuestro mentón sobre una mano para pensar que la vida tiene que darnos la oportunidad de salir de esta situación porque hay varias cosas que queremos hacer, incluso cambiar en nuestro modo de vivir y no queremos irnos al otro barrio sin la oportunidad de experimentar cómo se vive del modo que realmente queremos.

A título personal nos hemos hecho tantas promesas y hemos dibujado en tantas ocasiones el trazo que nuestra vida va a seguir que no sé si nos lo creemos nosotros mismos. Pero eso, con todo, no deja de ser un cambio personal que no digo yo que no pueda producirse.

Ahora bien. Las grandes decisiones políticas, el rumbo que tomaremos en conjunto cuando todos comencemos la carrera desenfrenada hacia lo que llamemos "la nueva normalidad"... cómo van a ser? ¿de verdad se van a experimentar grandes cambios sociales? ¿De verdad los políticos, parapetados tras la maquinaria pesada de sus organizaciones, van a arriesgar su carrera y sus ingresos haciendo fuerza para doblar un tronco que crece en una dirección desde hace tanto tiempo?

Ahora que hablamos de la necesidad de vacunas y pandemias, mientras miro la calle desde mi balcón, pienso que para los políticos sólo hay algo más peligroso que un virus sin controlar. Y es un ciudadano con un voto en la mano delante de una urna.

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