DÍA DÉCIMO SÉPTIMO. ¿CUÁNDO DEJAREMOS DE APLAUDIR?
¿Cómo
haremos luego? ¿En qué momento, qué día decidiremos que ya no es necesario
salir a los balcones para homenajear a los que desde el ejercicio de su
profesión y vocación, nos atienden a todos? Cuando llegue ese lejano día en el
que podamos decir que la pesadilla quedó atrás, que ya no tenemos que
permanecer entre cuatro paredes... quién establecerá ese instante a partir del
cual ya no miraremos con especial emoción a aquellos que hoy unánimemente
aplaudimos?
¿Cuánto
tiempo tardaremos en dejar de salir a los balcones para compartir canciones,
bailes, poemas?
Desde
que el mundo se detuvo hace más o menos un mes, dependiendo de qué hemisferio
hablemos, nos hemos acostumbrado a fijar en nuestro horario esos momentos en
los que tenemos en cuenta a quienes ahora sí consideramos esenciales, cuando
los otros, los que ocupaban nuestro tiempo de ocio, perdían protagonismo en
favor de los que sí lo son, los que mantienen el entramado que sujeta todo lo
demás. Cocinamos para todos los que viven en nuestra casa, jugamos con nuestros
hijos dándoles el tiempo que necesitan y quedamos para tomarnos una cerveza
online con nuestros amigos. Sonreímos más, incluso aunque en nuestro gesto haya
un inconfundible rictus de tristeza que ignoramos cómo se instaló y que no
sabemos muy bien cuándo terminará de irse.
Somos
más solidarios desde que nos metimos en casa. Exponemos ante los demás nuestras
capacidades. Cantamos, recitamos poemas, contamos cuentos y se lo brindamos a
los vecinos o al mundo con el unánime deseo de que sirva para mitigar el
desasosiego, la espera, la impaciencia, el miedo a lo que tenga que venir
después.
¿Qué
día decidiremos que eso tendrá que terminar para volver a lo que hemos dado en
llamar "normalidad"? ¿Ya no habrá aplausos, canciones, cuentos,
bailes y amabilidad en los balcones? ¿Ya no tendremos tiempo para decirnos unos
a otros, de manera colectiva, que vamos a resistir cualquier embate del destino
y vencer las dificultades entre todos? Los anuncios comerciales que emiten los
medios de comunicación... cambiarán de nuevo sus mensajes positivos y
solidarios por aquellos en los que el éxito radicaba en conducir un vehículo
último modelo por encima de las posibilidades de cualquiera o el símbolo de lo
que resulta importante estaba en oler a un perfume?
Nos
dicen los que no saben pero tienen la responsabilidad de decir, que la salida
de todo esto va a ser gradual, que volveremos poco a poco a poblar las calles,
a llenar las fábricas, a regresar a las escuelas y seguramente por último, a
abarrotar los teatros y las salas de los conciertos y los estadios de fútbol.
Será progresivo. Lo que nadie nos dice es si tendremos el empeño de mantener la
pizca de solidaridad que se nos ha pegado al cuerpo en este tiempo de pena y
desgracia y convertiremos en una costumbre esa mirada amable que se nos ha
puesto en la cara, que nos obliga a preguntarle al vecino si necesita algo o
cómo están los suyos.
Mirando
la calle desde mi balcón, sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao me
pregunto cómo será el tiempo después de todo esto. Seguramente todos habremos
perdido mucho por el camino, de esto no se sale indemne, pero estamos ante la
oportunidad de ganar algo también. Y hay cosas que están saliendo del instinto
positivo de todos que deberíamos mirar para aferrarnos a ellas cuando nos haga
falta.
Porque
eso será lo único que nos pueda salvar como especie.
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