DIA VIGÉSIMO NOVENO. TENGO CUATRO PROYECTOS


Tengo cuatro proyectos para poner en marcha cuando esto pase.

Como suele decirse, y ahora con más sentido que nunca, no sé si me va a dar la vida para tanto, pero esta mañana me levanté pensando que si bien existe la posibilidad matemática de no salir vivo de ésta, lo cierto es que morirme ahora mismo no me viene bien. Este no es un buen momento para mi. Tengo cuatro cosas que quiero hacer aún en la vida y me llevaría un disgusto si tuviera que irme sin al menos ponerlas en marcha, que otra cosa es conseguir mis propósitos. La vida me ha enseñado que es importante dónde colocas el listón de la frustración porque allá donde lo sitúes va a estar la línea que separa la felicidad de la depresión.

Así que, cuando salí esta mañana al balcón sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires, pensé de repente que soy afortunado. En mi cabeza hay ideas que se organizan y constituyen un aliciente para seguir levantándome todos los días y ponerme en marcha. Y, mientras el aire fresco del otoño porteño refrescaba mi cara en un día radiante, no pude menos que agradecer el hecho de que, en la década del "cuántas veces", me levanto por la mañana con un aliciente y pensando con agrado en las cosas que tengo por delante para hacer durante el día.

Tengo un historial laboral. Y a lo largo de él he conocido mucha gente para la que acudir al trabajo era un requisito imprescindible sin ningún otro aliciente que la nómina que recibirían a final de mes. Nada más, ninguna otra motivación que ir acumulando trienios y cotizaciones que les permitieran jubilarse pasados los años. Y, al llegar a esa meta, levantarse tarde y no tener más planes que pasear un rato.

A veces llamamos vida tranquila a la vida anodina. Seguramente, si lo pensamos, hay quien jamás tiene un problema porque nunca se lo busca. Y yo no digo que haya que ir por ahí buscando conflictos, ya sean personales o existenciales, pero debe ser tremendo transitar por la vida dejando como huella una especie de "diagrama plano", una línea que, más que describir una vida, certifica una muerte.

Hubo un día en mi vida en el que decidí cambiar la seguridad por el funambulismo. Bajo el alambre sobre el que camino desde entonces, retiré la red que evita que al caer me estrelle contra el suelo y desde entonces las mañanas, cuando busco el primer café, son mucho más intensas. Hay quien sabe exactamente en lo que consistirá su actividad dentro de tres años, porque será la misma que desarrolla hoy y yo no tengo ni idea de lo que haré dentro de dos meses. Hay quien realiza las mismas actividades en los mismos horarios, siempre con la misma expresión que refleja una monotonía que no deja de ser la barra sobre la que se apoyan para no caer y yo no tengo dos días iguales. Hay quien puede recitarte de memoria lo que tiene planeado para los próximos años, como si de un guion escrito se tratara y yo tengo las páginas en blanco sobre mi futuro porque me encargo de ir rellenandolos a medida que las situaciones y las circunstancias van apareciendo.

Son dos maneras muy diferentes de enfrentar la vida. Ambas respetables, por supuesto. Solo que yo, que tengo cuatro proyectos en mi cabeza y que me gustaría que el monstruo que nos tiene bajo llave me respetara lo suficiente como para poder llevarlos a cabo, no dejo de preguntarme qué habrá en la cabeza de quienes necesitan un guion pautado y marcado, ahora que ningún plan funciona y vamos a tener que improvisar.


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