DÍA VIGÉSIMO QUINTO. LA INFORMACIÓN Y EL PODER

Desde que se inventaron los Gabinetes de Comunicación, esas oficinas en las que hay unos tipos que se dedican a pensar cómo contar las cosas de un modo más fácil de digerir para eso que ha dado en llamarse "público en general", que también es otro modo de definirnos como "turba", sin que nos moleste, pues desde entonces nos hemos ido acostumbrando a un lenguaje subliminal, cargado de eufemismos, contrario a lo que en España definimos con el refrán "al pan, pan y al vino, vino", es decir, llamar a las cosas por su nombre, en lugar de tratar al interlocutor como si fuera corto de entendederas o un adolescente al que tienes que dosificar la verdad porque no está preparado para entenderla o para gestionarla consigo mismo.

Desde ese momento se han abandonado conceptos que definen muy claramente lo que pasa, o el estado de la situación, evitando toda sensación que exprese un panorama negativo porque hablar claro, decir que algo va mal, no es bueno para quien emite la información y podría traerle consecuencias que no quiere, ya sea en las urnas, en la popularidad o en los beneficios económicos que obtiene.

Por eso hace mucho tiempo que se dejó de hablar, cuando se informa sobre la marcha económica de un país, de decrecimiento, para emplear un concepto sibilino que consiste en enunciar un "crecimiento negativo", lo que no deja de ser un contrasentido porque ambas palabras en la misma frase son difíciles de conjugar, pero así es.

En realidad, el manejo de la información y, más que su manejo, la posesión de la misma, significa poder. Y el poder, no se comparte, porque el poder compartido se devalúa inmediatamente. Por eso hoy en día, en medio de este encierro que hace que contemplemos el mundo a través de una ventana o de una pantalla, todos estamos ávidos de saber qué pasa, qué puede pasar y cuál será nuestro futuro en base a los acontecimientos. Y quien tiene la información la cuenta como conviene apoyado en un argumento tan conocido como discutible, como es evitar el "pánico colectivo".

En estos días se habla de "desescalada". Y cuando lo escucho no dejo de pensar que es otro de los eufemismos a la hora de comunicar algo que, realmente, no tiene una explicación sencilla porque lo que en el fondo significa es "verán: lo que vamos a hacer es probar, aunque no tenemos una idea aproximada de cuál será el resultado de que pongamos a funcionar parte del país y asumir el riesgo de perder todo lo que habíamos avanzado, ya que no hay por ahora ni tratamiento ni vacuna". Ya está, así lo entendemos todos, por mucho que la verdad nos colocara al mismo nivel. Se supone que somos una población madura. Si alguien tiene dudas sobre la capacidad de asumir la realidad por parte de los ciudadanos, a la hora de llamarlos a las urnas no parece que ésta se cuestione.

Sentado en el balcón del edificio sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires, pienso si realmente alguien sabe algo a ciencia cierta. O a lo mejor es que los gobiernos, asesorados por quienes han llamado para que hagan ese trabajo, tienen tanta idea como nosotros sobre cómo combatir esta pandemia, cómo enfrentarse a la situación sanitaria y cuándo y cómo vamos a salir de ésta desde el punto de vista económico.

En ese caso, incluso así, no estaría mal que lo supiéramos. Hace tiempo que vengo pensando que durante mucho tiempo se especula con la posibilidad de que los políticos son gente que está por encima de las posibilidades de los demás. Y que yo sepa, vienen del mismo sitio del que salimos todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

DÍA TRIGÉSIMO QUINTO. ANTES Y DESPUÉS. GRANDES CAMBIOS

DÍA TRIGÉSIMO PRIMERO. BALCONES

DÍA TRIGÉSIMO CUARTO. TÁPATE LA BOCA.