DÍA TRIGÉSIMO. NADIE NOS ROBÓ EL MES DE ABRIL (No éste, al menos)
Termina
abril y todos hemos recibido algún vídeo en el que alguien hace un cover de la
canción de Joaquín Sabina, o incluso en versión original en la aguardentosa voz
del autor, reclamando el mes de abril mientras se pregunta quién se lo ha
robado. Evidentemente, haciendo un paralelismo con la letra de una de las
melodías más características en la carrera del insigne autor (si le dieron un
nobel a Bob Dylan, alguien debería ir pensando si el cantautor de Jaén no
merece otro), todos nos dolemos del robo que ha supuesto estar todo este mes
que ahora expira metidos en casa.
Me
he venido al balcón sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos
Aires con una cerveza y un fuet que me traje del supermercado esta mañana. Y me
he dedicado a pensar seriamente si lo del mes de abril es un robo o no y si hay
razón para quejarse de que nos lo han quitado.
Por supuesto, entiendo el sentido que quieren darle aquellos que han enviado
estos días la canción a diestro y siniestro pero no sé si realmente nos han
sustraído la vida este último mes.
Quiero
pensar que simplemente vivimos de otro modo. Por supuesto que echamos de menos
muchas cosas, que esta no es la manera ideal de disfrutar nuestro tiempo, son
tan obvias las pérdidas que no voy a enumerarlas, pero me niego a pensar que,
en el calendario particular de cada uno, hemos saltado de marzo a mayo sin
pasar, por un tiempo en el que seguramente nos hemos encontrado con jornadas
llenas de matices. Es más. En algunos casos, seguramente, la vida antes era más
plana, más anodina, lo que pasa es que no nos lo planteábamos.
Abril,
metidos en cuarentena, nos ha traído conversaciones con amigos, tiempo con
nuestros hijos, ya sea frente a las tareas de su colegio en el ordenador, o
entre harina y levadura en la cocina. Nos hemos puesto al día con más de un
libro empezado, alguna serie que teníamos aparcada y con ese armario que hacía
tiempo venía pidiendo orden y no había manera de encontrar el momento adecuado.
Hemos recolocado la casa varias veces, nos hemos peleado con nuestra pareja y
hemos hecho las paces en más de una ocasión y a veces nos hemos sorprendido en
una sobremesa familiar ante la falta de prisa después de la cena porque lo que
nos sobraba era tiempo.
Este
mes de abril pasará a nuestra historia particular como el mes en el que nos
quedamos en casa, diseñando barbijos o mascarillas, según el hemisferio en el
que nos encontremos, llamando a los abuelos y fortaleciendo, sin darnos cuenta,
los lazos familiares porque, ante situaciones como la que vivimos, los seres
humanos instintivamente pensamos en los más cercanos. Seguramente hemos sido
mucho más amables con los vecinos y hemos comprendido, no sé si de una vez por
todas, pero lo hemos comprendido, que le dábamos mayor importancia a
determinados protagonistas de la vida cotidiana y que resulta que los
verdaderos héroes eran gente anónima que iba a trabajar diariamente para ocuparse
de nosotros. Sin que nos diéramos cuenta.
El
mes de abril será ese en el que todos aprendimos que la vida es frágil, que en
cualquier momento las cosas pueden cambiar y que todo aquello que teníamos por
seguro e inamovible puede cambiar de arriba a abajo en un instante, haciendo
que todo se vuelva del revés y tengamos que improvisar para saber cómo
seguiremos adelante.
No
creo que abril sea un mes robado. Me niego a pensar que este mes de abril de
2020 no sea un mes para enmarcar y tener muy presente como ese período de
tiempo en el que los seres humanos aprendimos que el mundo cambió para siempre.
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