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Mostrando entradas de abril, 2020

DIA VIGÉSIMO NOVENO. TENGO CUATRO PROYECTOS

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Tengo cuatro proyectos para poner en marcha cuando esto pase. Como suele decirse, y ahora con más sentido que nunca, no sé si me va a dar la vida para tanto, pero esta mañana me levanté pensando que si bien existe la posibilidad matemática de no salir vivo de ésta, lo cierto es que morirme ahora mismo no me viene bien. Este no es un buen momento para mi. Tengo cuatro cosas que quiero hacer aún en la vida y me llevaría un disgusto si tuviera que irme sin al menos ponerlas en marcha, que otra cosa es conseguir mis propósitos. La vida me ha enseñado que es importante dónde colocas el listón de la frustración porque allá donde lo sitúes va a estar la línea que separa la felicidad de la depresión. Así que, cuando salí esta mañana al balcón sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires, pensé de repente que soy afortunado. En mi cabeza hay ideas que se organizan y constituyen un aliciente para seguir levantándome todos los días y ponerme en marcha. Y, mientras el...

DÍA VIGÉSIMO OCTAVO. EL MONSTRUO DEJA AGUJEROS.

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En todos estos días en los que el balcón sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires constituye mi única ventana al mundo, nunca me había puesto de verdad a hacer un balance de lo que el monstruo que nos encerró bajo llave en nuestras casas ha provocado hasta ahora en mi entorno. Yo lo llamo monstruo y eso que es diminuto, invisible a la vista, será porque la referencia que tenemos de los monstruos nos llega de los cuentos que nos contaban de niños, en los que un enorme ser, de rasgos estéticamente desagradables, amenazaba nuestras noches y nos impedía conciliar el sueño. El monstruo ya se ha llevado varios compañeros de viaje. Protagonistas de fases de mi vida, en las que compartí viaje con ellos, noches de insomnio, ilusiones, proyectos, amistad, incluso relación familiar. En algún momento dije que si salimos de ésta, cuando miremos a los lados veremos los agujeros que nos ha dejado en el alma esta   pandemia, que no trae sólo enfermedad física, sino ...

DÍA VIGÉSIMO SÉPTIMO. LA LIBERTAD Y LA JAULA

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Algunos días solo quieres salir al balcón, sentarte en la butaca y esperar. No sé muy bien a qué, pero esperar. Algunos días, lo único que pretendes es que el aire fresco del otoño se lleve la sensación de tristeza que se instala poco a poco y te aprieta el dogal en el cuello evitando que respires tranquilo. Debe ser parecido a lo que dicen que les pasa a los pájaros que, desde dentro de la jaula, ven el mundo que los rodea pero no pueden salir a disfrutar. Y, sin saber muy bien por qué, una sensación de tristeza les invade hasta el punto, en ocasiones, de matarlos. He tenido pocos pájaros en mi vida y siempre de niño o durante mi adolescencia. El primero que recuerdo era un jilguero cuya jaula colgábamos en la pared de ladrillo que marcaba la anchura del balcón, apenas metro y medio de aire libre en el tercer piso de aquel edificio frente a la tapia blanca, esa que separaba la calle sin asfaltar de la hierba en la que reposaban a secar, blancas y recién lavadas, las sábanas de...

DÍA VIGÉSIMO SEXTO. PÉRDIDAS Y GANANCIAS.

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Se inicia una semana más en este confinamiento al que el mundo se ha visto obligado. Un nuevo orden, una nueva forma de entender las cosas, un método diferente a través del cual vamos a tener que organizarnos porque, a pesar de que poco a poco ensayemos la vuelta a lo que antes conocíamos como la normalidad, el mundo ahí fuera, al otro lado de la reja del balcón o de la pared del patio, la vida no volverá a ser la misma. Desde el balcón sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires contemplo un día gris de otoño porteño. Y me pregunto, después de semanas confinado con una visión tan escasa y parcial del mundo como la que me proporciona aquello que puedo dominar con la vista desde mi atalaya qué cosas habremos perdido para siempre cuando finalmente podamos ir un poco más allá del portal de nuestra casa y cuáles podremos rescatar, que nos recuerden aquello a lo que estábamos acostumbrados. Muchas de aquellas cosas que antes nos parecían incluso incómodas ahora ...

DÍA VIGÉSIMO QUINTO. LA INFORMACIÓN Y EL PODER

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Desde que se inventaron los Gabinetes de Comunicación, esas oficinas en las que hay unos tipos que se dedican a pensar cómo contar las cosas de un modo más fácil de digerir para eso que ha dado en llamarse "público en general", que también es otro modo de definirnos como "turba", sin que nos moleste, pues desde entonces nos hemos ido acostumbrando a un lenguaje subliminal, cargado de eufemismos, contrario a lo que en España definimos con el refrán "al pan, pan y al vino, vino", es decir, llamar a las cosas por su nombre, en lugar de tratar al interlocutor como si fuera corto de entendederas o un adolescente al que tienes que dosificar la verdad porque no está preparado para entenderla o para gestionarla consigo mismo. Desde ese momento se han abandonado conceptos que definen muy claramente lo que pasa, o el estado de la situación, evitando toda sensación que exprese un panorama negativo porque hablar claro, decir que algo va mal, no es bueno para quien e...

DÍA VIGÉSIMO CUARTO. LOS HIJOS DE WOODSTOCK

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El encierro durante tantos días provoca una revisión vital en cada uno de nosotros. Ya nos ha dado tiempo a ver la película de nuestra vida, algunos en varios capítulos, como una serie de NETFLIX, si ya tenemos una edad. Debe ser que, como estamos en una pandemia, la posibilidad de enfermar y no salir vivos de ésta hace que, como nos han contado que ocurre cuando estás caminando los últimos metros de tu existencia, asistes a una proyección de tu película privada, sin que te dé tiempo siquiera a hacer la crítica posterior. Lo que pasa es que en esta ocasión sí nos da tiempo a hacer la crítica porque aún seguimos vivos. Y, claro. si en los días que han transcurrido no hemos tenido el impulso de anotar, no voy a decir en un papel, pero sí al menos mentalmente esa lista de cosas que modificaremos cuando nos abran la puerta de la jaula, es que no vamos a cambiar en nada, por lo tanto, en este punto ruego encarecidamente que borremos de la memoria de nuestros teléfonos toda esa mensa...

DÍA VIGÉSIMO TERCERO. LA DAMA ORGULLOSA.

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En Buenos Aires el clima se ha empeñado en añadir un elemento más que contribuye a hacer este confinamiento más largo y penoso: el sol brilla en un día claro y libre de contaminación y, a través del balcón, sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao, entra iluminando la estancia y aportándole ese color que tienen los días en los que apetece salir a dar un paseo y sentarse en una terraza a comer, o tomarse una cerveza. Mientras miro por encima de la barandilla la calle quieta y libre de circulación y de gente, pienso en aquellos días, recién llegado a esta ciudad hace ya más de ocho años, cuando paseaba sin rumbo, que es como caminamos los llegados a cualquier parte a los que nos interesa más encontrarnos con las cosas que ir a buscarlas y me sentaba en cualquier esquina porteña, donde se toma café sin prisa y se debate sobre cualquier cosa. Yo venía del silencio de las calles vacías a las nueve de la noche en invierno. De un lugar sobrio en el que, al despertar, aún se es...

DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO. ENORME INCENDIO.

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Alguien dijo en alguna ocasión que cada vez que muere un anciano arde una biblioteca. En estos tiempos convulsos, en el mundo se está quemando un bagaje de sabiduría equivalente a la Biblioteca de Alejandría, En estos días en los que nada es seguro, el mundo padece un incendio diario a través de la muerte en medio de la tristeza y la soledad de miles de ancianos que no tienen una mano que les tome la suya y les acompañe hasta el embarcadero donde Caronte los guíe a través de la Laguna Estigia. En el país en que nací, España, nuestros mayores, en muchos casos, fueron niños de la guerra. Vivieron un conflicto que no entendieron, pero que los marcó para siempre con cicatrices en el alma, esas que no se ven, pero que son las que más duelen en los cambios de estación. En su adolescencia y primera juventud padecieron la post guerra, el  hambre, la incultura, la falta de una educación que los permitiera dar de sí en la medida en la que estaban dotados y muchos, como consecuencia de ello...

DÍA VIGÉSIMO PRIMERO. PROYECTOS Y REALIDADES.

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Van pasando los días y las semanas y se nota el cansancio. Los días se vuelven más densos, más opacos, más difíciles de transitar. Aportan una sensación de pesadez parecida a la que sientes sobre tus zapatos cuando pisas suelo embarrado, que tus piernas pesan y caminas con dificultad y te cuesta separarlos del piso. Quizás sea porque comienza la semana, puede ser. Es como si, después de cada domingo, aunque en este tiempo nuestro calendario parece sacado del "Día de la Marmota", el lunes llegara empeñándose en traer una sensación fea de que esto va para largo, de que no vemos la luz al final del túnel y, por tanto, nuestro desasosiego se hace mayor. Debe ser que en nosotros queda aún ese reflejo que nos remite a que, después del "Plácido Domingo", viene el "Desgraciado lunes". Me siento en el balcón, sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires y pienso qué es lo que hay que poner aún para convertir este encierro en algo que no ...

DÍA VIGÉSIMO. NUEVO ORDEN

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¿Y si no pudiéramos salir de casa nunca más? ¿Y si, en una situación de confinamiento permanente, no pudiéramos abandonar las cuatro paredes que nos preservan de la pandemia, realizando las compras necesarias a través de internet, de modo que nos viéramos obligados a sobrevivir en nuestra prisión, más o menos confortable, el resto de nuestras vidas? Sentado en el balcón, sobre los cinco carriles vacíos de la Av. Callao de Buenos Aires, mi cabeza viaja hacia situaciones que, por mucho que parezcan pertenecer a una película de ciencia ficción, no dejan de ser potencialmente posibles, sobre todo si tenemos en cuenta que la realidad por la que transitamos en este momento nadie la había previsto. Simplemente no se contemplaba. Así que... teniendo en cuenta que supone una distracción y que no tengo prisa para ninguna otra cosa, he dejado que mi imaginación viaje a donde le parezca, que para eso es de las pocas cosas libres que nos quedan por el momento. La carrera de la especie h...

DÍA DÉCIMO NOVENO. TOCAR LA PARED

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Una vez oí decir que hasta los cuarenta somos capaces de leer un libro aunque no nos guste, ver una película aunque sea mala o pasar una tarde aburrida con alguien que no nos interesa nada, pero que a partir de esa edad que yo defino como "tocar la pared" (ahora lo explico), abandonamos la lectura de un ejemplar que no nos atrapa, nos salimos del cine o buscamos otra cosa en la plataforma de turno y, por supuesto, bajo cualquier escusa abandonamos una mala compañía para irnos a otro sitio o con alguien que nos satisfaga. O nos quedamos solos tan ricamente. Es el concepto de la finitud del tiempo el que nos hace comportarnos de esa manera. Cuando estamos en una edad en la que consideramos que somos eternos, no nos importa perder el tiempo en un momento dado pero cuando llegamos a un tramo vital en el que comenzamos a comprender que esto de la vida va deprisa y que el tiempo es el único patrimonio que, por mucho que nos empeñemos, no va a crecer un solo segundo, elegimo...

DÍA DÉCIMO OCTAVO. EL SENTIMIENTO Y LA REALIDAD

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Ayer me preguntaba sobre la fecha en la que dejaremos de salir a los balcones a aplaudir a aquellos que son considerados "esenciales" y por lo que trasciende últimamente en los medios de comunicación en torno a lo que viene ocurriendo últimamente en algunos ascensores de edificios de vecinos, en los que cuelgan carteles pidiendo a sanitarios, trabajadores de supermercados o encargados de limpieza entre otros que abandonen el edificio y se busquen otro lugar para vivir porque representan un peligro de contagio, da una respuesta contundente: dejaremos de aplaudir pronto. Cuando antes. Y además, esa postura despeja algunas dudas y deja caer la cortina de la hipocresía colectiva detrás de la que nos escondemos como sociedad. La respuesta es muy simple. Dejaremos de salir a las ventanas en el momento en que se nos pase la tontería y el postureo a la mayoría y como quedarán pocos, no coincidirán en la misma calle y, total, salir al balcón para aplaudir tú solo como si tuvie...

DÍA DÉCIMO SÉPTIMO. ¿CUÁNDO DEJAREMOS DE APLAUDIR?

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¿Cómo haremos luego? ¿En qué momento, qué día decidiremos que ya no es necesario salir a los balcones para homenajear a los que desde el ejercicio de su profesión y vocación, nos atienden a todos? Cuando llegue ese lejano día en el que podamos decir que la pesadilla quedó atrás, que ya no tenemos que permanecer entre cuatro paredes... quién establecerá ese instante a partir del cual ya no miraremos con especial emoción a aquellos que hoy unánimemente aplaudimos? ¿Cuánto tiempo tardaremos en dejar de salir a los balcones para compartir canciones, bailes, poemas? Desde que el mundo se detuvo hace más o menos un mes, dependiendo de qué hemisferio hablemos, nos hemos acostumbrado a fijar en nuestro horario esos momentos en los que tenemos en cuenta a quienes ahora sí consideramos esenciales, cuando los otros, los que ocupaban nuestro tiempo de ocio, perdían protagonismo en favor de los que sí lo son, los que mantienen el entramado que sujeta todo lo demás. Cocinamos para todos ...

DÍA DÉCIMO SEXTO. ANTES DE LA FRONTERA

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Hubo un tiempo, antes de la frontera, en el que fuimos libres. Llamo   "frontera" al instante en el que todo cambió, ese día en el que tuvimos que encerrarnos entre las cuatro paredes de nuestra casa, al abrigo de la peste. Antes de que, para tener la sensación de independencia, debiéramos acudir a nuestra imaginación o nuestra memoria. Entonces, en aquellos años, disfrutábamos el mundo con la intensidad y la inconsciencia de quien no concibe el paso del tiempo, la enfermedad ni la muerte. El asfalto se derretía con el calor del verano en la carretera que transitaba entre Cáceres y Mérida, al paso por Extremadura, en la Ruta de la Plata que los romanos utilizaron para llevar mercancías de norte a sur de España y antes incluso, los pastores usaron para buscar pastos para su ganado en lo que se conoce como "la trashumancia". Los neumáticos del seat 124 blanco de finales de los '70 sonaban al rodar con cierta inestabilidad sobre el puré caliente y negro en el...

DÍA DÉCIMO QUINTO. VELAS, INCIENSO Y HUESOS DE SANTO.

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El Domingo de ramos era la luz del sol radiante y el aire frío de un invierno aún por irse, que inundaba las calles de Palencia a media mañana. Era levantarse pronto y tenerlo todo listo para salir después hacia Lope de Vega, donde la cofradía del Santo Sepulcro tenía su sede y desde la que después, en formación organizada, salía la primera procesión de la semana santa. La de la Borriquilla, la que todo el mundo veía subido a los bordillos de las aceras de la calle Mayor. Cargado con una palma que me doblaba el tamaño y que a duras penas mantenía sobre mi hombro, desfilaba de la mano de mi padre por el itinerario, atento para detenerme en cada uno de los descansos de la comitiva y, sobre todo, a no sacarle el ojo a ninguno de los espectadores con alguna de las puntas de la hoja de palma que daba bandazos de un lado a otro en cada uno de mis movimientos. Terminado el desfile, acudíamos a que nos dieran el "pan con anises", que yo consideraba una recompensa. En real...

DÍA DÉCIMO CUARTO. LA TÚNICA Y EL CUCURUCHO

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Cuando llegaba esta época, la actividad en mi casa cambiaba. Yo tenía apenas cuatro o cinco años. En el dormitorio de mis padres había un armario que un ebanista procedente del pueblo de mi madre, Sahagún de Campos, había tallado a juego con la cama y la cómoda, además de una silla descalzadora. La madera utilizada pertenecía a unas cubas de vino que algún pariente había donado para tal fin y el artista que lo realizó, cuyo nombre no recuerdo pero sí haber escuchado que intervino en la rehabilitación del púlpito del trascoro de la Catedral de Palencia, se lo regaló con motivo de su boda. En ese armario de cuatro puertas, al fondo, entre  la ropa guardada para la temporada adecuada, había una caja de cartón y un enorme cucurucho, un cono estrecho y alto de un cartón duro y liso, acabado en punta, en cuya base se habían acoplado dos cintas que, atadas bajo la barbilla, permitían ajustar esa estructura en tu cabeza dándote un aspecto que, para definirlo de un modo gráfico que tod...

DÍA DÉCIMO TERCERO. VOLVEREMOS A HACER LAS MALETAS.

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Cualquier otro año, en cualquier parte, a estas horas, la mayor parte de nosotros teníamos las maletas hechas y estábamos a punto de meternos en un coche, un tren o un avión , para ir a pasar el resto de la semana a ese sitio en el que poder desconectar del trabajo cotidiano, el mundanal ruido, las prisas de todos los días y eso que dimos en llamar "la enfermedad actual", el stress. ¿Se acuerdan de aquella realidad? No está tan lejos en el tiempo... Incluso hace nada, unos pocos meses, antes de la llegada de las fiestas navideñas, hicimos las maletas también. Según el hemisferio, metíamos en ella ropa de invierno o de verano, pero hacíamos las maletas. Y luego, progresivamente, a medida que nos íbamos acercando al punto de destino, nuestras pulsaciones se iban espaciando hasta llegar a una cifra mucho mas acorde con una situación de reposo. Total... ayer mismo. Hoy, desde mi balcón en el sexto piso sobre los cinco carriles de la Av. Callao de Buenos Aires, pienso ...